sábado, 29 de febrero de 2020

SIETE COLORES


El agua recorre su lecho luego de volcar estrepitosamente desde la catarata.
Lenta, se mueve entre la bruma, las piedras y los juncos de la orilla.
Un murmullo de canto sagrado me llega.
De un lado veo colores: marrón de roca húmeda, verde potente de vegetación.
Del otro lado todo es blanco y negro.
En el medio, partiendo las dos mitades, se desliza un arco iris.

Bitácora de viaje: Cataratas



lunes, 24 de febrero de 2020

HUMANOS


Esto es como el andén del subte a las seis de la tarde, atestado de humanos. Ni hablar cuando te empujan para entrar al vagón.
¡Hola! ¿me escuchan?
Estamos en las Cataratas, en la pasarela rumbo a la garganta del diablo.
Camino lento en mi lugar de la fila. Desde la altura de este puente largo, eterno, sobrevolamos el río, su anchura, transparencia y luminosidad me encandilan.
Un hombro se apoya brusco sobre mi espalda, me tira a un costado para seguir su carrera rumbo al destino.
¿Acaso tenés un chip que no podés desconectar?
Me freno y me aferro a la baranda para contemplar cómo asoman los peces grandes. Sortean las rocas y se acompañan en un zigzag acompasado, pienso que pasaron por debajo de los pies, una sensación de temblor sacude mis partes. El susurro me recuerda que están en el agua, bien profundo, en el líquido cristalino, transparente.
Un grupo de humanos se acerca a paso excitado, sus voces amplificadas tapan el tintineo del líquido moviéndose lentamente. No miran a nadie, solo hacen lugar con sus brazos extendidos. Me desprenden, me alejan.
Pobres, ya a esta altura el enojo se transforma en pena. Tienen un destino grabado en el chip que les impide observar el camino. Ellos se lo pierden.
Vuelvo a acercarme al borde, A lo lejos hay saltos exuberantes y espumosos, no es la garganta pero son inmensamente bellos. Inclino mi cuerpo y miro hacia abajo. El agua es diáfana, puedo ver el mundo acuático tan ajeno al nuestro.
¿Cómo fue que giré de pronto y quedé mirando para el otro lado?
Otra vez los humanos, no entienden que acá el tiempo tiene otro ritmo.
Miro las rocas sueltas y otras agrupadas, algas oscuras, cardúmenes deslizándose sigilosos. La luz llega como un rayo e ilumina. Retomo el andar tratando de grabar las imágenes en mi mente, una tras otra van llegando, tan distintas y tan fascinantes.
Un brazo golpea mi cabeza, una foto, tienen que tomar una foto.
Si se arrancaran el chip, no sería necesario disparar con esa caja artificial.
Me falta poco para la escena final. El susurro del destino es cada vez más intenso. El tono se eleva, un canto grave, tenor potente, murmullo que se va volviendo grito. La interferencia de un pájaro da la nota suelta.
Dejo llegar rápido a los humanos, ellos no entienden. Hoy solo soy un ser vivo. Ya estaré en la punta, y podré descubrir su garganta abriéndose, escupiendo agua jabonosa, rugiendo como un animal salvaje.


Bitácora de viaje: Cataratas.

viernes, 21 de febrero de 2020

CATARATAS


Agua atronadora, ruido, música
clamor
agua vertida desde el río
torrente, grito
su voz, un coro de sirenas
solo ella
nada más se escucha.



Bitácora de viaje: Cataratas


lunes, 17 de febrero de 2020

MONADAS


El mono baja del árbol.
Monito, niño mono.
Los turistas lo siguen.
Indómito, bello, parece un pedazo de tronco desprendido. Lo delatan el pelaje blanco en sus cejas y cachetes, junto a la cola larga moviéndose como un brazo más.
Trepa a la baranda, se acuesta y posa. Mientras, las cámaras disparan sus monerías.

Bitácora de viaje: Cataratas

viernes, 14 de febrero de 2020

SILENCIO

Noche enmudecida, silencio dominante
acecha
silencio de grillos que intensifican el silencio
vacío
ocupa el espacio, llena el alma
vibraciones desde los pies
directo al corazón. 


Bitácora de viaje: Cataratas

miércoles, 12 de febrero de 2020

UNA PAUSA


 No avanza. Espero y nada. Me siento enlatada, una conserva en envase amarillo, pintoresco. Me relajo, estaré así hasta que se destrabe, y con esta inesperada nevada viene para largo. Hay una incontable fila de autos, juntos, casi pegados como un rompecabezas de cientos de piezas.
El conductor habla con su esposa, escucho la conversación. Ella lo reta, no se llevó el abrigo con esta tormenta, le pide que vuelva. Él le contesta tranquilo mientras chupa la bombilla de su segunda gaseosa en vaso de plástico. Me molesta ese ruido de final pero me callo. A él no parece importarle nuestra presencia, quizá está seguro de que no entendemos nada de su idioma, quizás ya está acostumbrado en esta vida encerrada. Total no nos volverá a ver.
¿Y si no existimos? El tiempo está detenido en esta larga cola, como si se hubiese esfumado. Ha desaparecido y quizás nosotros también. Por ahora resta esperar la llegada a la ciudad desconocida, dejar pasar las horas inútiles. El destino está cerca, lo sé, pero se me hace muy lejano. La ilusión del viaje casi se esfuma con el tiempo escurridizo, se olvida, se aburre, está en pausa.
Miro el vidrio cubierto de gotas escarchadas, suspiro. Saco una foto para que ese momento cobre vida eterna. Me detengo junto con las horas mientras espero el instante en que pondré play.

Bitácora de viaje: Nueva York

lunes, 10 de febrero de 2020

LETARGO

Un perro blanco, pequeño, lanudo, atrapado en un canasto. Inmóvil, como muerto, sube al avión. No imagino a mi perra en ese estado de letargo.
Aterrizamos y el perro asoma su cabeza.
Se despertó.
Sigue sin poder salir, el cuerpo encerrado le impide movilizarse, ser.
La lengua roja sale desde su sonrisa inquieta.
Quiere pero no puede.



Bitácora de viaje: Cataratas