Había
olvidado que el cielo hospedaba tantas estrellas. No necesitan voz, su brillo
es un canto iluminado.
Recostada
en la reposera, contemplo el techo oscuro salpicado con gemas preciosas. Me
siento un planeta flotando en la gravedad del universo infinito.
Miro
la pileta y veo la obra de Van Gogh. Si bien no hay un pueblo tranquilo y
sombrío, es indudable que él habría pintado otro cuadro de noche estrellada
igual al de este lienzo acuoso.
Bitácora de viaje: Cataratas
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