Desde
el puente, espío en el interior del río sereno, ya lejos de la estrepitosa
catarata.
Algo
se mueve, fijo los ojos hasta descubrir una tortuga de agua.
Se
desplaza lento casi rozando el fondo. El líquido verdoso no se inmuta ante su deslizamiento, imperceptible. Tan enorme y tan tranquila, no
molesta, no invade, es parte.
Aterriza.
Ya no la veo.
Ahora
es una roca más.
Bitácora de viaje: Cataratas
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