–Tengo que levantarme
–ni loca me levanto. Estoy tan calentita. Afuera seguro
llueve, debe estar muy húmedo, el pelo se va a volver inmanejable, los zapatos
se me van a arruinar, el tráfico va a estar terrible, hace frío, eso dijeron
ayer en el noticiero. Un ratito más
–qué me importa. Llamo y digo que estoy descompuesta
–no puedo hacer eso. Tengo mucho trabajo, sí o sí debo
terminar el informe
–qué pasa si no lo termino. Seguro que nada. El planeta seguirá
girando aunque yo me quede quieta. Llamo y digo que no voy
–no puedo. Mejor hago un esfuerzo y levanto la colcha. Sin
la colcha voy a dejar de sentirme cálida, los músculos se van a enfriar, la
humedad se va a meter debajo del camisón, voy a temblar, el frío me va a dar
ganas de hacer pis y no me va a quedar otra
–no pienso dejar que hagas eso. La sensación es única, el
cuerpo se estira, se duerme, se entibia. Tiene derecho también. Hoy decido yo.
Quiero ser irresponsable por un día, ¿qué se sentirá?
–culpa, eso voy a sentir. También vergüenza por haber mentido,
por no cumplir con el deber, miedo de que se den cuenta
–sos una exagerada, un día no es la muerte de nadie. Me
acuerdo cuando me rateaba del colegio. Cuántas sensaciones: vértigo, emoción, ese
miedo atrayente que te cierra la garganta, te pone en alerta y no querés dejar
de sentir. Fue fantástico, inclusive el día que me descubrió la vieja. El
castigo no fue nada comparado con lo bien que la pasé
–era chica. Ahora tengo responsabilidades
–pues deseo ser chica por una vez
–suena el despertador de nuevo, voy a levantar la colcha
–ni se te ocurra, no pienso hacerlo. Me quiero quedar, dale,
sólo por hoy
–¿querés que te haga caso? ¿qué te deje hacer lo quieras?
–siempre te salís con la tuya
–no es verdad. Algunas veces me contradigo y termino
haciendo lo que no quería. Después me arrepiento, y soy como un bosque
ceniciento, devastado, desamparado.
–escuchá lo que pasa afuera, se largó con todo
–odio salir cuando llueve, voy a pisar la única baldosa
floja de la cuadra, el paraguas se va a dar vuelta sólo para molestarme, y yo
luchando como una tonta haciendo papelones en la calle, mientras el agua aprovecha
la oportunidad para invadirme como un ladrón que espera escondido a que abran
la puerta. El cuerpo quedará enfriado, desabrigado, humillado.
–no lo voy a soportar, y el mal humor va a ser la sombra que
me acompañe todo el maldito día. Pobre cuerpo, no es justo someterlo a ese
maltrato
–suena el despertador otra vez
–que suene
–no puedo, es más fuerte que yo
–¿dije yo? estoy hablando de mí, alguna vez debo hacer lo que
tengo ganas
–la próxima, o quizás, no sé, estaría bueno, animarme digo,
me siento tan bien acá, calentita, una vez, un primer paso, puede ser, estaría
bueno ¿no?
–hagámoslo. Sólo por hoy
–no no no. Es una locura
–dale dale, que te cuesta
–no, no puedo, no insistas
–una vez, por favor, animate.
–Basta, ya no quiero escucharte más. Es hora de levantarse. Un
día cargado de obligaciones, responsabilidades y placeres, me espera. No le puedo
fallar.
¡Me siento identificadisimaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!
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