Tan pequeño, microscópico
imperceptible y poderoso
un dios maligno
vuela libre en el aire
te sorprende en un beso
suspiro cercano
caricia dulce
un apretón de manos
se impregna en tu ropa
invade tus espacios
aferrándose a la vida
para tomar la tuya.
Enemigo silencioso, invisible
no hay forma de atacarlo
ni armas que lo aniquilen
el mundo se paraliza
la rutina cambia
debemos dar vuelta todo
escondernos en las trincheras
deshacer las conductas que nos hacían palpitar
desesperados por rozarnos, tocarnos
en la distancia del abismo
solo subsistir.
Marzo atípico
un mes largo como un siglo
y un siglo es cada día
los zapatos en la puerta
el jabón gastado
las manos agrietadas
fumigamos nuestras pertenencias
para salvarlas
salvarnos
de la peste que no cesa de atacar.
Nos confinamos en nuestras casas
zanjas defensivas de esta guerra sin soldados
guetos donde debemos permanecer confinados
las paredes son cárcel
presos encerrados con el asesino afuera
aislados
ignorantes de lo que realmente es.
vemos el amor a través de una pantalla
somos un cuadrado en un ordenador rodeado de cuadrados
buscando juntarse como sea posible
la voz tras el teléfono
el latido que nos reanima
solo así continuamos tratando de
sobrevivir.
¿Para qué?
¿acaso se extinguirá?
¿vendrá la cura milagrosa?
¿y el día después?
todo será como antes
¿lo será?
¿volveremos a castigar a la naturaleza?
la única que encuentra paz
en nuestro infierno
¿habremos aprendido algo?
o nos hacinaremos enajenados
retrocediendo en el tiempo
ignorando
ignorantes.
Marzo ha sido un siglo
seguimos por abril
el calendario pasa sus hojas
mientras las miramos
las rociamos con alcohol
contenemos la respiración
rezando no ser
un cuerpo apilado entre cientos de cuerpos
sin poder ser despedidos, velados
porque hasta en la muerte
contagiamos
sacrificados por la voluntad
del dios del mal, enemigo silencioso, asesino, peste
consumidos por el fuego
convertidos en cenizas
como un holocausto.