No avanza. Espero y
nada. Me siento enlatada, una conserva en envase amarillo, pintoresco. Me
relajo, estaré así hasta que se destrabe, y con esta inesperada nevada viene
para largo. Hay una incontable fila de autos, juntos, casi pegados como un
rompecabezas de cientos de piezas.

¿Y si no existimos? El
tiempo está detenido en esta larga cola, como si se hubiese esfumado. Ha
desaparecido y quizás nosotros también. Por ahora resta esperar la llegada a la
ciudad desconocida, dejar pasar las horas inútiles. El destino está cerca, lo
sé, pero se me hace muy lejano. La ilusión del viaje casi se esfuma con el
tiempo escurridizo, se olvida, se aburre, está en pausa.
Suspiro, miro el vidrio
cubierto de gotas escarchadas. Saco una foto para que ese momento cobre vida
eterna. Me detengo junto con las horas mientras espero el instante en que
pondré play.